“La mujer en la poesía y la narrativa tucumana: matronas, maestras, guitarreras, luchadoras, prostitutas” se titula el taller que dará hoy y mañana a las 19 la investigadora Fabiola Orquera (Conicet-Invelec), por los canales de YouTube y de Facebook del Ente de Cultura. Se trata de un recorrido por escritos de Paul Groussac, Pablo Rojas Paz, Guillermo Rojas, Manuel Aldonate, Julio Ardiles Gray, Leda Valladares, Lucía Mercado y otros autores.
Orquera comentó que el estudio surgió cuando investigaba la literatura tucumana que acompañó el proceso de crecimiento y crisis de la industria azucarera en la provincia. “Me parecieron muy sugerentes los perfiles de algunos personajes femeninos -dijo-. Por ejemplo, la novela ‘Fruto Vedado’ (1883), de Paul Groussac, tiene entre sus personajes a uno inspirado en la esposa de del gobernador Belisario López. Es la mujer europea, inteligente y atractiva; en cambio, Andrea, objeto de amor del protagonista, responde a un modelo de belleza que tiene poco que ver con la mujer norteña”.
Otro ejemplo es la novela de Pablo Rojas Paz “Hasta aquí nomás” (1936), que trata el “derecho de pernada”, es decir la violencia sexual que ejercían los patrones sobre las mujeres trabajadoras. “También aparecen figuras más independientes, como doña Teresa, una anciana de ideas unitarias y creencias cristianas, que maneja las finanzas familiares”, señaló la experta. Y agregó que otra figura del imaginario en los albores del siglo pasado es “La randera tucumana”, de Amalia Prebisch, una idealización de la artesana-guardiana de los saberes populares. Una joven morocha, de ojos negros, sensual y dulce a la vez.
En 1942, la novela “Mansedumbre”, de Guillermo Rojas, presenta a Alcira, que se recibe de maestra y consigue fundar una escuela para mejorar el nivel de vida de los peones.
Orquera cita también a “Poemas del cañaveral” (1951), de Manuel Aldonate, que heroifica a la campesina azucarera, mientras que “La Malhoja” (1952), de Alberto Córdoba, construye trabajadoras que, lejos de ser heroínas, elaboran como pueden tramas de supervivencia: Ceferina -madre de 11 hijos y lavandera-; Lucy, joven rica que pierde su fortuna y decide trabajar de profesora; y Ñata, hija de cañeros chicos, de buena educación y guitarrista de canciones regionales, que termina trabajando en un prostíbulo, como Mercedes Paunero, de “El inocente”, de Julio Ardiles Gray.
“Por su parte, la novela ‘Aire tan dulce’, de Elvira Orphée, se aleja de la estilización y de la crítica social directa. Sus personajes están insatisfechos con su realidad, como Atalita Pons, adolescente de buena posición, criada en un ingenio y enferma de paludismo -describió-. Ejerce el poder como los hombres, de maneras despótica, como efecto de su propio sufrimiento”.
Respecto de las miradas machistas, Orquera lo identifica sólo en Paul Groussac, en tanto sus personajes funcionan como objetos del deseo masculino. “El resto de los autores, de una forma u otra, cuestiona los modelos o prácticas de sometimiento de la mujer, denunciando la práctica del derecho de pernada, el abuso emocional o físico y la desigualdad de oportunidades -remarcó-. El más crítico en ese sentido es Pablo Rojas Paz. Por su parte, pienso que tiene una mirada feminista el relato oral autobiográfico de Gerónima Sequeira, quien da cuenta de su propia experiencia de búsqueda de liberación, y Leda Valladares en “Mutapetes” (1963), donde usa el humor absurdo para cuestionar los modelos femeninos de la burguesía y la oligarquía”.